Firmes en la Verdad: La educación
- Categoría: Firmes en la Verdad
José Ignacio Martínez es padre de familia y coordinador de un programa de educación afectivo-sexual de la universidad católica en Chile. Desde su experiencia como experto en educación, nos habla sobre la ley de la educación afectivo-sexual. Nos explica con detalle cómo los niños aprenden la moral observando a su propia familia. José Ignacio Martínez nos hace caer en la cuenta de la gran importancia que tiene esta ley y del efecto que tendrá en los niños si son educados por el estado en este tema. 
 
										 
										 
										 
										 
										 
										
 
								 
								 
								 
								 
 
 
 
 
  
 
  
 
  
 
  
 
  
 
 
 Hemos recibido de nuestros padres el cuerpo que tenemos. Los cromosomas que tenemos vienen de la división de los cromosomas de nuestros padres. Pero el hombre no se puede reducir a una herencia cromosomática. El hombre tiene un principio que transciende lo material, que no tiene las cualidades de la materia, es un principio simple, espiritual e inmortal, que todos tenemos dentro de nuestro propio ser: el alma. La capacidad de trascendencia que tienen las acciones del hombre, exige que en él haya un principio trascendente. Eso es el alma. El alma no se puede dividir porque es simple. Si no se puede dividir, no se puede generar, por lo tanto, sólo se puede explicar por creación directa de Dios. El alma es directamente creada por Dios. Si no se cree en Dios, tampoco se puede creer en el alma, y el hombre quedaría reducido a materia, perdiendo así su dignidad sagrada y el fundamento de la moral, porque la materia la puedo utilizar para mis fines. Todos tenemos una dignidad sagrada compuesta de cuerpo y de alma (Veritatis Splendor n. 50). Si quitamos el alma, cae todo. Es un concepto del que no se puede prescindir.
Hemos recibido de nuestros padres el cuerpo que tenemos. Los cromosomas que tenemos vienen de la división de los cromosomas de nuestros padres. Pero el hombre no se puede reducir a una herencia cromosomática. El hombre tiene un principio que transciende lo material, que no tiene las cualidades de la materia, es un principio simple, espiritual e inmortal, que todos tenemos dentro de nuestro propio ser: el alma. La capacidad de trascendencia que tienen las acciones del hombre, exige que en él haya un principio trascendente. Eso es el alma. El alma no se puede dividir porque es simple. Si no se puede dividir, no se puede generar, por lo tanto, sólo se puede explicar por creación directa de Dios. El alma es directamente creada por Dios. Si no se cree en Dios, tampoco se puede creer en el alma, y el hombre quedaría reducido a materia, perdiendo así su dignidad sagrada y el fundamento de la moral, porque la materia la puedo utilizar para mis fines. Todos tenemos una dignidad sagrada compuesta de cuerpo y de alma (Veritatis Splendor n. 50). Si quitamos el alma, cae todo. Es un concepto del que no se puede prescindir.

 
          
 
           