La alegría de ser sacerdote

Para D. Carlos Bou Aliaga, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, dentro de su periodo formativo como seminarista, el momento que más llenó de alegría su corazón fue la ordenación diaconal. Aunque en esta celebración el seminarista aún no es sacerdote plenamente, pues no puede consagrar en la Santa Misa ni perdonar los pecados en la Confesión, este es consagrado de modo especial a Dios para servirle más de cerca. Y esto permitió a D. Carlos hacer más viva y consciente esa llamada inesperada que el Señor puso en su vida. Desde ese momento, ya era de Dios y ansiaba la llegada de la ordenación sacerdotal donde se entregaría a Él para siempre, sirviéndole allá donde más le necesitase.

  • D. Juan Cerrato Ponce —sacerdote de la Diócesis de Getafe (Madrid)— reflexiona sobre las experiencias diarias con las que se tiene que enfrentar y concluye que, si el sacerdote no prioriza lo verdaderamente fundamental, que es su trato íntimo con el Señor, poco a poco se va vaciando y deja de hacer lo más importante que tiene que hacer, que es comunicar a Jesucristo, porque «si el sacerdote no se llena de Dios, no transmite a Dios».

     

     

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