Rosario Evangélico para Navidad

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Introducción:

Rezar el Rosario “es como ir a la 'escuela' de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje”. A través de la mirada contemplativa de la Madre, de la mano de sus recuerdos, nos sumergimos en el misterio de su Hijo. Todas esas cosas que “Ella guardaba en su corazón”, las comparte con nosotros a través de la contemplación de la vida de Cristo a la que nos invita el rezo del Santo Rosario. San Juan Pablo II nos enseñó que, a través del Santo Rosario, “el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor” (RVM 1).

Los misterios gozosos son –por excelencia- los misterios de la Navidad, y un camino privilegiado para comprender el sentido más profundo de todo aquello que celebramos alrededor del pesebre de Belén. San Juan Pablo II en Rosarium Virginis Mariae, aconsejaba “que al enunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente, para dar fundamento bíblico y mayor profundidad a la meditación” (RVM 30). También proponía que “en alguna ocasión solemne y comunitaria, esta palabra se pudiera ilustrar con algún breve comentario” (RVM 30).

Lo que es necesario para hacer del Rosario una escuela de contemplación, es respetar el ritmo que le es propio: “un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso”. Para poder fijar la atención en el misterio meditado, es necesario redescubrir la necesidad del silencio. Una breve pausa después de escuchar la Palabra de Dios, nos ayudará a concentrar nuestro espíritu en el contenido de un determinado misterio (cfr. RVM 31).

Para ayudarnos a penetrar en el misterio de la Navidad, la Fundación EUK Mamie-HM Televisión ha creado este “Rosario Evangélico para Navidad”. Tras el enunciado de cada uno de los misterios gozosos, un breve comentario del Papa Benedicto XVI, introduce un vídeo a través del cual podemos escuchar el pasaje evangélico correspondiente a ese episodio. Con ello queremos permitir a nuestra Madre del Cielo que pueda guiarnos en la contemplación de los misterios de su Hijo, para que estos puedan derramar toda su fuerza salvadora sobre nosotros.

 

Ritual para tener el Rosario Evangélico para Navidad

1.- Aclamación inicial:

Lector: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro.
(Todos se persignan).
Todos:
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío;
por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar,
Confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
Lector: Señor, ábreme los labios.
Todos: Y mi boca proclamará tu alabanza.
Lector: Dios mío, ven en mi auxilio
Todos: Señor, date prisa en socorrerme.
Lector: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

2.- Rezo de los misterios del Rosario:

Primer misterio: La Encarnación del Hijo de Dios.

"El Verbo se hizo carne" es una de esas verdades a las que nos hemos acostumbrado tanto, que ya casi no nos impacta la magnitud del evento que expresa. Y de hecho, en este tiempo de Navidad, en el que esta expresión se repite a menudo en la liturgia, a veces se da mayor atención a los aspectos exteriores, a los "colores" de la fiesta, en lugar de estar atentos al corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que sólo Dios podía obrar y en la que sólo se puede entrar con la fe. El Logos que está con Dios, el Logos, que es Dios (cfr Jn 1, 1), para el cual fueron creadas todas las cosas (cfr. 1,3), que ha acompañado a los hombres en la historia con su luz (cfr. 1,4- 5; 1,9), se hace carne y pone su morada entre nosotros, se hace uno de nosotros (cfr. 1,14). (Benedicto XVI, 9 enero 2013).

En este vídeo, la Palabra de Dios nos comunica el gozo que produce el acontecimiento de la Encarnación:

Padre Nuestro, 10 Ave Marías y Gloria.


Segundo misterio: La Visitación de Nuestra Señora

Nos detenemos a meditar en el misterio de la Visitación de la Virgen a santa Isabel. María, llevando en su seno a Jesús recién concebido, va a casa de su anciana prima Isabel, a la que todos consideraban estéril y que, en cambio, había llegado al sexto mes de una gestación donada por Dios (cf. Lc 1, 36). Es una muchacha joven, pero no tiene miedo, porque Dios está con ella, dentro de ella. En cierto modo, podemos decir que su viaje fue la primera "procesión eucarística" de la historia. María, sagrario vivo del Dios encarnado, es el Arca de la alianza, en la que el Señor visitó y redimió a su pueblo. La presencia de Jesús la colma del Espíritu Santo. Cuando entra en la casa de Isabel, su saludo rebosa de gracia:  Juan salta de alegría en el seno de su madre, como percibiendo la llegada de Aquel a quien un día deberá anunciar a Israel. Exultan los hijos, exultan las madres. Este encuentro, impregnado de la alegría del Espíritu, encuentra su expresión en el cántico del Magníficat.  (Benedicto XVI, 31 mayo 2005).

Escuchamos la Palabra de Dios en este Evangelio de la Visitación de María a su prima Santa Isabel, pidiendo la gracia de “saltar de alegría” también nosotros en la contemplación de este misterio:


Padre Nuestro, 10 Ave Marías y Gloria.


Tercer misterio: El Nacimiento del Salvador

Pidamos al Señor que nos dé la gracia de mirar esta noche el pesebre con la sencillez de los pastores para recibir así la alegría con la que ellos tornaron a casa (cf. Lc 2,20). Roguémoslo que nos dé la humildad y la fe con la que san José miró al niño que María había concebido del Espíritu Santo. Pidamos que nos conceda mirarlo con el amor con el cual María lo contempló. Y pidamos que la luz que vieron los pastores también nos ilumine y se cumpla en todo el mundo lo que los ángeles cantaron en aquella noche: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor». ¡Amén! (Benedicto XVI, 24 diciembre 2006).

Con este Evangelio que toda la Iglesia proclama en la Misa de la Medianoche del 24 de diciembre, pedimos al Señor que nos llena de la alegría de la que rebosan los Ángeles, los pastores, José y María:



Padre Nuestro, 10 Ave Marías y Gloria.


Cuarto misterio: La Presentación de Jesús en el Templo

En su relato de la infancia de Jesús, san Lucas subraya cuán fieles eran María y José a la ley del Señor. Con profunda devoción llevan a cabo todo lo que se prescribe después del parto de un primogénito varón. (…) Es importante observar que para estos dos actos —la purificación de la madre y el rescate del hijo— no era necesario ir al Templo. Sin embargo María y José quieren hacer todo en Jerusalén, y San Lucas muestra cómo toda la escena converge en el Templo, y por lo tanto se focaliza en Jesús, que allí entra. Y he aquí que, justamente a través de las prescripciones de la ley, el acontecimiento principal se vuelve otro: o sea, la «presentación» de Jesús en el Templo de Dios, que significa el acto de ofrecer al Hijo del Altísimo al Padre que le ha enviado (cf. Lc 1, 32.35). (…) Jesús fue llevado al Templo. Y en el acto de su «presentación», o de su «ofrenda» personal a Dios Padre, se trasluce claramente el tema del sacrificio y del sacerdocio. El niño Jesús, que enseguida presentan en el Templo, es el mismo que, ya adulto, purificará el Templo y sobre todo hará de sí mismo el sacrificio y el sumo sacerdote de la nueva Alianza. (Benedicto XVI, 2 de febrero de 2013)

En el Evangelio de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, escuchamos cómo Él es descrito como «señal de contradicción» para Israel. Y la Madre recibe esa dolorosa profecía: “una espada traspasará tu alma”. La Navidad es misterio de gozo, sobre todo, porque con ella comienza nuestra Redención:


Padre Nuestro, 10 Ave Marías y Gloria.

 

Quinto misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo

“En el episodio de Jesús a los doce años se registran también sus primeras palabras: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre? (2, 49). Después de tres días de búsqueda, sus padres lo encontraron en el templo sentado entre los doctores en el templo mientras los escuchaba y los interrogaba (cf. 2, 46). A su pregunta sobre por qué había hecho esto a su padre y a su madre, él responde que hizo sólo cuánto debe hacer como Hijo, es decir, estar junto al Padre. (…) La palabra «Padre» domina el acento de esta respuesta y aparece todo el misterio cristológico. Esta palabra abre, por lo tanto, el misterio, es la llave para el misterio de Cristo, que es el Hijo, y abre también la llave para nuestro misterio de cristianos, que somos hijos en el Hijo. (…) Desde entonces, podemos imaginar, la vida en la Sagrada Familia se vio aún más colmada de un clima de oración, porque del corazón de Jesús todavía niño —y luego adolescente y joven— no cesará ya de difundirse y de reflejarse en el corazón de María y de José este sentido profundo de la relación con Dios Padre”. (Benedicto XVI, 28 de diciembre de 2011).

En este vídeo en el que podemos escuchar el Evangelio del Niño Jesús perdido y hallado en el Templo, escuchamos a Jesús hablar de Dios como “su Padre”, y nos invita a llamarle así: Padre nuestro.



Padre Nuestro, 10 Ave Marías y Gloria.

 

3.- Rezo de las Letanías de Nuestra Señora.

Se pueden leer en este link:
https://www.hogardelamadre.org/es/recursos/rosario/135-recursos/rosario/371-letanias

 

4.- Canto final.

 

-Hna. Beatriz Liaño, SHM

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